Día Mundial del Teatro -
Mensaje Internacional del 27 de marzo de 2007 Su Alteza el Sheikh Dr. Sultán Bin Mohammed Al-Qasimi,
Fue durante mis primeros años en la escuela que quedé fascinado con el teatro, ese mundo mágico me ha cautivado desde entonces. Los comienzos fueron humildes, un encuentro casual al que sólo vi como una actividad extracurricular, para enriquecer la mente y el espíritu. Pero iba a ser algo más que eso, cuando me interesé seriamente como escritor, actor y director de una producción teatral. Recuerdo que fue una obra política, que irritó a las autoridades de esa época. Todo fue confiscado y el teatro fue cerrado frente a mis propios ojos. Pero el espíritu del teatro, no podía ser aplastado por las pesadas botas de los soldados armados. Ese espíritu buscó refugio y se instaló en lo profundo de mi ser, haciéndome tomar plena consciencia del vasto poder del teatro. Fue entonces, que la verdadera esencia del teatro tuvo un efecto en mí, de la manera más profunda, quedé absolutamente convencido de lo que el teatro puede hacer en las vidas de las naciones, particularmente frente a aquellos que no pueden tolerar la oposición y las diferencias de opinión. El poder y el espíritu del teatro, echaron raíces y penetraron en mi conciencia a través de mis años de universitario, en El Cairo. Ávidamente leí casi todo lo escrito acerca del teatro y vi, la variada gama de lo que estaba siendo presentado en los escenarios. Esta conciencia se ha profundizado aún más durante los años siguientes, mientras trataba de seguir las últimas innovaciones en el mundo del teatro. En mi lectura acerca del teatro, desde los tiempos de los antiguos griegos hasta el presente, me he vuelto agudamente consciente de la magia interior, que los numerosos mundos del teatro tienen el poder de ejercer. Es de esta forma, que el teatro alcanza las profundidades ocultas del alma humana y libera los tesoros escondidos que yacen dentro del espíritu humano. Esto, ha fortalecido mi fe ya inquebrantable, en el poder del teatro, en el teatro como un instrumento de unificación, a través del cual el hombre puede esparcir el amor y la paz. El poder del teatro, también permite que nuevos canales de dialogo se abran entre diferentes razas, diferentes etnias, diferentes colores y diferentes credos. Esto me ha enseñando personalmente, a aceptar a otros como son y me ha inculcado la creencia de que en la bondad, la humanidad puede permanecer unida, y que en el mal, la humanidad sólo puede ser dividida. Es cierto, la lucha entre el bien y el mal es inherente al código del teatro. Sin embargo, eventualmente el sentido común prevalece y la naturaleza humana, se alinea totalmente con todo lo que es bueno, puro y virtuoso. Las guerras con que la humanidad ha sido afligida desde tiempos remotos, han sido siempre motivadas por los malos instintos, que simplemente no reconocen la belleza. El teatro sí que aprecia la belleza, y uno podría afirmar que ninguna forma de arte, es capaz de capturar la belleza más fielmente que el teatro. El teatro es un receptáculo que todo lo abarca, para todas las formas de belleza, y aquellos que no valoran la belleza, no pueden valorar la vida.
El teatro es vida. Nunca ha habido un tiempo como el presente, en el que nos incumbe a todos denunciar las guerras inútiles y las diferencias doctrinarias, que a menudo alzan sus feas cabezas sin inmutarse por la conciencia vibrante de responsabilidad. Necesitamos ponerle fin a las escenas de violencia y a los asesinatos al azar. Estas escenas se han convertido en incidentes comunes en el mundo de hoy, sólo para ser agravadas por las diferencias abismales, entre la riqueza cruel y la pobreza abyecta, y por enfermedades como el SIDA, las cuales han afectado muchas partes del planeta y han derrotado los mejores esfuerzos para erradicarlos. Estas enfermedades junto con otras formas de sufrimiento, son a causa de la desertización y la sequía -calamidades avivadas por la ausencia de cualquier diálogo genuino, que es la forma segura de transformar nuestro mundo en un lugar mejor y más feliz. Oh, Gente del Teatro, es casi como si hubiéramos sido azotados por una tormenta y agobiados por el polvo de la duda y la sospecha que se nos acerca. La visibilidad, ha quedado casi totalmente eclipsada y el grito de nuestras voces es apenas audible en el clamor y el intento de división, para mantenernos alejados unos de otros. De hecho, si no fuera por nuestra creencia en el diálogo profundamente arraigada, manifestada tan singularmente por formas de arte como el teatro, hubiéramos sido barridos por la tormenta, que no deja piedra alguna sin dar vuelta para dividirnos. Debemos, por lo tanto, enfrentar y retar a aquellos que nunca se cansan de agitar la tormenta. Debemos enfrentarlos, no para destruirlos, sino para elevarnos por encima de la atmósfera contaminada, dejada por la turbulencia de sus tormentas. Necesitamos reagrupar nuestros esfuerzos y dedicarlos a comunicar nuestro mensaje y a establecer lazos de amistad con aquellos, que llaman a la hermandad entre las naciones y los pueblos. Somos simples mortales, pero el teatro es tan eterno como la vida misma.
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