El Mundo Sensible de los Animales

Respetar el tiempo dado por Dios
en el proceso natural de la muerte

Por la hermana iniciada Debbie Knight, Los Angeles, EUA
(Originalmente en inglés)

La muerte de una mascota es una experiencia muy desgarradora. Sólo los dueños de mascotas entienden este tipo de tristeza. Nuestra perra Angie, murió luego de haber estado con nosotros por casi 15 años. Mi esposo y yo la adoptamos, cuando sólo tenía seis semanas. En ese momento, nosotros no éramos iniciados aún y nunca nos imaginamos, que algún día tendríamos que tomar decisiones importantes, para los tratamientos médicos de Angie y para no interferir en su proceso de morir.

En EUA, es muy común y es considerado humano 'sacrificar' a los animales o ponerlos 'a dormir'. Siempre que un animal tiene una enfermedad incurable y está sufriendo, o sus perspectivas para una buena calidad de vida no son buenas, a menudo se sugiere y se usa la eutanasia.

Cuando recién adopté a Angie, también pensaba que estaba bien poner a los animales 'a dormir'. Pensaba que ésta era la forma más amable de terminar su sufrimiento. Pero luego de que mi esposo y yo nos iniciamos hace unos ocho años, empezamos a amar a los animales más que antes. También nos encariñamos con Angie y la queríamos más y más. Nos enseñó mucho acerca de ser un buen practicante espiritual, mostrándonos cómo amar incondicionalmente y cómo ser un buen compañero, cuando uno de nosotros estaba enfermo o triste. Ella nos cuidaba muy tiernamente y atentamente. De hecho, ¡no había nadie en este mundo que no se hubiera sentido amado en su presencia! En cierto punto después de mi iniciación y mi cercana relación con Angie, me di cuenta de que ya no creía en la eutanasia para las mascotas. Le oré a la Maestra que no tuviera que tomar esta decisión para ella.

Cuando Angie cumplió 13, le diagnosticaron cáncer de riñón. El veterinario le iba a realizar una biopsia y una cirugía explorativa y nos ofreció ponerla 'a dormir', si el cáncer ya se había esparcido por todo el cuerpo. Yo estaba desconsolada porque no quería que le hicieran la eutanasia, pero tampoco quería que sufriera por el resto de su vida.

Le oré a la Maestra para que me guiara a tomar una decisión y encontrar la manera de hacer que los deseos de Angie se entendieran. Así, me senté con ella y le hablé acerca de su diagnóstico. Le dije que no la queríamos poner 'a dormir', porque no creíamos en hacer eso en nuestra práctica espiritual. Los ojos de Angie, se volvieron muy amorosos y comprensivos cuando le estaba hablando. Parecía que comprendía lo que le estaba diciendo, y ella entendió nuestro dilema. De repente, por sus ojos, supe que ella todavía quería vivir y estar con nosotros, y que todo estaría bien.

Mi esposo y yo decidimos no ponerla 'a dormir', sin importar lo que el doctor encontrara. Le dijimos al doctor que hiciera lo que pudiera para salvarla. Resultó que su cáncer al riñón era localizado y el doctor sólo tuvo que extraerle el riñón izquierdo. Luego Angie tuvo que pasar por una serie de tratamientos de quimioterapia. Se recuperó rápidamente y pudo disfrutar una vida normal y feliz por los siguientes dos años.

Cuando Angie tenía 15, de alguna forma supe que su tiempo no sería largo. Pasaba la mayor cantidad de tiempo que podía con ella. Un día, me di cuenta de que estaba perdiendo su sentido del olfato. Estaba muy triste porque me preguntaba, qué clase de vida sería esa para un perro que no podía oler. No mucho después de eso, se empezó a separar de nosotros. Ella se iba cuando queríamos acariciarla y no me miraba o venía cuando la llamaba. Luego, empezó a consumir menor cantidad de comida y finalmente dejó de comer, rehusándose rotundamente, incluso cuando la alentaba. En ese momento, mi esposo y yo teníamos una decisión difícil que tomar: si llevarla al veterinario o dejarla ser. Sintiendo que su proceso de muerte había empezado, decidimos dejar que la naturaleza tomara su curso.

Después de que Angie dejara de comer por cinco días, también dejó de tomar agua. Aún cuando intentaba dejar caer agua en su boca, ella la cerraba apretadamente. Su cuerpo se debilitó y no pudo levantarse más. Éste es el momento, en el que algunas personas quizás mandarían a sus perros a que le hagan la eutanasia, porque tienen miedo de que él o ella estén sufriendo y que morirán de deshidratación. Pero Angie se veía muy en paz, para nada agitada, ni hacía ningún ruido. Parecía que dormía la mayor parte del tiempo y que estaba en estado meditativo. Ella abría los ojos, pero no miraba alrededor ni nos miraba a nosotros con interés. De vez en cuando, cuando la tocaba, ella respondía con un guiño o un movimiento de cabeza. Ella estuvo en esta condición, por tres días después que dejó de tomar agua, y luego se fue.

Después de que Angie murió, mi marido y yo estuvimos profundamente apenados. Aunque sabía que lo que había hecho con Angie estaba bien, quería alguna verificación. Después de algunas búsquedas, encontré un artículo en Internet: “Lecciones para la vida”, una entrevista con Denys Cope, RN, BSN. En este artículo, la Sra. Cope, que tiene más de 35 años de experiencia como enfermera, describía el proceso mental, físico y espiritual de la muerte. Aunque ella estaba hablando de humanos, el proceso que describió era muy similar al que vi en Angie. Los humanos también se retiran de las actividades sociales cuando se hacen viejos y están agonizando. Tienden a ir hacia adentro y les gusta estar a solas en sus últimos días. Ellos usualmente se rehúsan a comer o beber en sus últimos días. El cuerpo físico de un humano hace preparativos para que parta el alma.

Leer este artículo me ayudó a entender el proceso natural de la muerte y a estar en paz con nuestra decisión. También sentí que en los últimos días de su vida, Angie nos enseñó otra lección espiritual: que los animales pueden morir naturalmente sin tener que aplicarles la eutanasia y que debemos tratar a los animales como si fueran humanos, desde su nacimiento hasta su muerte. Los animales también son hijos de Dios.