Maravillas de la Maestra

El Método Supremo Permite que los Ciegos Vean a Dios

Por un compañero iniciado de China (Originalmente en chino)

Uno de nuestros compañeros iniciados era un hermano de 63 años de edad quien estaba dañado visualmente. No tenía hijos y vivía con su hermana mayor y la familia de ella, que eran todos compañeros practicantes. Agraciado por la infinita misericordia de la Maestra, él estaba iniciado hacía muchos años y había practicado con diligencia y en bienaventuranza según las instrucciones de la Maestra. Tomando la práctica espiritual muy seriamente y dedicando mucho tiempo a la meditación, él fue bendecido con hermosas visiones internas y con experiencias de brillante luz. Él a menudo decía: "¿Quién dice que no puedo ver? ¡Puedo verlo todo cuando estoy meditando!" Él era un hombre muy feliz, amaba la música, particularmente cantar, y podía tocar la flauta y el instrumento chino del arco de cuerdas. Gracias a su diligente práctica sanó de una hemorragia crónica del colon y de una hernia.

Una vez se fue de casa después de una discusión con su familia, alejándose en autobús de su pueblo. Era noviembre y el clima estaba frío. Pasó la noche bajo el cielo, recitando silenciosamente el nombre de la Maestra. Cuando se durmió, contempló una enorme expansión de luz resplandeciente. Una hermosa dama lo cubrió con una manta para mantenerlo abrigado. Él nunca había visto a la Maestra, así que no sabía cómo se veía. Después de unos días, volvió a su casa y se disculpó con su familia, pidiéndoles perdón.

En otra ocasión, se torció la mano y le oró a la Maestra pidiendo ayuda. Apareció el cuerpo trascendental de la Maestra y le tocó la mano, diciendo: "¡Déjame echar un vistazo! Ahora está bien. ¡Ve a meditar!" Después de escuchar Su voz, se dio cuenta que la Maestra era esa hermosa dama que a menudo había estado a su lado. Durante su meditación, su Maestro Interno a menudo llevó su cuerpo sutil a grandes meditaciones en grupo, dónde veía a muchos compañeros iniciados.

Una mañana de mayo de este año, le preguntó a su hermana mayor: "Si me voy, ¿los iniciados vendrán a verme partir?" Su hermana respondió: "¡Sí!" Esa tarde se marchó, su rostro brillando radiante y bondadoso. Mientras los compañeros iniciados cantaban "Puro es el gran océano...", la Maestra lo llevó al hogar eterno de su alma.